Aunque hace algunos años los sistemas de climatización se centraban en proporcionar el máximo confort térmico posible sin tener realmente en cuenta el gasto energético, hoy en día esto ha cambiado totalmente. En este sentido, podemos decir que ahora los esfuerzos se han comenzado a dirigir al propio hecho de proporcionar el máximo nivel de confort con el mínimo gasto de energía posible. Es decir, que el objetivo es lograr unos elevados niveles de eficiencia y rendimiento en los espacios y estancias donde trabajamos y habitamos los seres humanos.
Esto se ha comenzado a utilizar en todos los ámbitos de la vida y del trabajo. Es decir, se aplica a los electrodomésticos que utilizamos en el hogar, pero también a los sistemas de climatización y a las maquinarias industriales que se utilizan en muchas empresas de producción de distintos tipos de productos alimentarios y no alimentarios.
Por ello, todos los aparatos o dispositivos que funcionan con energía eléctrica, se han empezado a clasificar dependiendo de la eficiencia que proporcionan, con etiquetas que van de la A a la G, siendo la A la que mejor calificación tiene y la G, la peor de todas y la que mayor derroche energético proporciona.
Y, aunque parezca sorprendente, esto también se aplica a los edificios y espacios interiores donde vivimos y trabajamos. Sabemos que puedes tener algunas dudas respecto a la certificación energética en edificios, por lo que, para obtener más información, te recomendamos seguir leyendo.
¿Qué es la certificación energética?
En rasgos generales, podemos decir que la certificación energética es un proceso de evaluación que mide el nivel de eficiencia energética de un edificio. A lo largo de este proceso, se evalúan varios aspectos que se pueden usar para identificar áreas de mejora, así como para determinar el desempeño energético del edificio.
Es decir, se somete a análisis su aislamiento térmico, consumo de combustible, soluciones de iluminación, sistemas de climatización y otros factores distintos y se realizan los cálculos necesarios para poder establecer el nivel de eficiencia energética de un edificio en distintas etiquetas, de la A a la G. Gracias a esto, por ejemplo, puedes obtener recomendaciones por parte de un profesional para mejorar la eficiencia energética de un edificio en concreto y, si has obtenido una etiqueta D, puedes realizar reformas y mejoras para obtener la certificación C, B o incluso la A.
Tras el análisis sobre el consumo, se expide un certificado para obtener la etiqueta energética que hemos nombrado antes. Esta certificación es un trámite imprescindible y obligatorio por ley desde 2013 y que se debe presentar en el momento de vender o alquilar una vivienda o edificio. De no hacerlo, estarías cometiendo una infracción que puede conllevar multas desde los 300 a los 6.000 euros, dependiendo de la gravedad.
En sí, el certificado energético es una especie de informe de varias páginas y que contiene información acerca de la orientación del edificio, su situación, su envolvente, la iluminación y todos los dispositivos de consumo energético que contiene dicho edificio. Teniendo en cuenta todo ello, se especifica la etiqueta energética correspondiente, como hemos dicho, de la A a la G y lo relativo a las emisiones de CO2.
¿Por qué se aplica la certificación energética a los edificios?
Dicho como lo hemos nombrado en el apartado anterior puede sonar un poco abstracto, pero para explicarlo con otras palabras, diremos que la certificación energética en edificios se aplica con el objetivo de señalar aquellas zonas del hogar donde se están produciendo pérdidas de energía. Entre ellas, podemos destacar, por ejemplo, el uso de unos cerramientos incorrectos -puertas y ventanas- que hacen que se generen pequeñas corrientes de aire en el interior de los edificios y viviendas.
Como resultado, estos cerramientos defectuosos hacen que se cuele el calor en verano y el frío en invierno. Por este motivo los sistemas de climatización, de refrigeración o calefacción son mucho menos efectivos y se ven obligados a incrementar su rendimiento para otorgarles a los espacios interiores la temperatura de confort adecuada.
Del mismo modo, también se tienen en cuenta los puentes térmicos, que permiten el traspaso de la temperatura más fácilmente entre el interior y la fachada o el tejado de la vivienda. Todo ello es importante, ya que afecta significativamente a la capacidad de retención de la temperatura de un edificio. Sin embargo, también se tienen en cuenta los sistemas de climatización utilizados, los electrodomésticos, etc.
En este sentido, tenemos que remarcar que esta certificación es importante hoy en día, porque se relaciona directamente con los costes de energía y con la sostenibilidad y el cuidado del medio ambiente. En resumen, para lograr la certificación energética se analiza el desempeño energético de un edificio y, al igual que ocurre con los electrodomésticos, por normativa europea, se clasifican de la A a la G.
Beneficios y ventajas de la certificación de eficiencia energética en edificios
Entre los principales beneficios y ventajas de la certificación de eficiencia energética en edificios, podemos destacar que se trata de un documento que es capaz de señalar los puntos clave del edificio donde se están produciendo pérdidas innecesarias de energía. Esto es importante tenerlo en cuenta, sobre todo en un mercado eléctrico que, en muchas ocasiones, tiene un coste abusivo para los consumidores.
Sin embargo, también podemos destacar otras ventajas como, por ejemplo, cómo se pueden mejorar los equipos dependiendo de las características del edificio para mantener la temperatura del interior respecto a la que impera en el exterior. Puedes reformar los cerramientos y modificar la envolvente, así como actualizar los electrodomésticos por otros de bajo consumo e instalar algún sistema de autoconsumo eléctrico -hablamos de energías renovables, como la solar o la aerotermia– para incrementar la etiqueta energética del edificio en cuestión.
De esta manera, puedes ahorrar bastante dinero en la factura de la luz y, al mismo tiempo, ayudar al medio ambiente reduciendo las emisiones de efecto invernadero, ya que disminuyes tu dependencia de las compañías eléctricas. De hecho, el ahorro energético de un edificio calificado con la etiqueta A puede traducirse en un consumo energético más de un 75% inferior respecto aquel que ha obtenido una etiqueta G.