Aunque el aire acondicionado es un recurso cada vez más caro debido al excesivo precio de las tarifas de la luz y al uso desmedido que suele hacerse de él en los meses de más calor, los sistemas de calefacción también pueden ser en parte los culpables de un excesivo gasto energético.
Si estás pensando en cambiar tu sistema de calefacción, debes antes cerciorarte de que la instalación de calefacción se encuentra en unas condiciones óptimas. Un dispositivo climatizador que no funcione bien no solo es más inseguro, sino que tenderá a estropearse con mayor frecuencia, generará reparaciones cada vez más costosas y tenderá a consumir mayores cantidades de recursos, lo que encarecerá la factura.
¿Qué tipo de sistema de calefacción es el más barato?
Si hablamos de qué fuente de calor es más barata, sin duda el gas natural se coloca la primera de la lista. Es cierto que la instalación de la infraestructura es tremendamente cara, aunque no más que la necesaria para mover otras fuentes de energía, como el petróleo.
En la actualidad, buena parte de los sistemas de calefacción europeos funcionan con gas natural, un producto que se produce en las entrañas del planeta y que está compuesto por una mezcla de gases formados por átomos de carbono e hidrógeno, solamente accesibles a través de análisis geológicos de gran complejidad y de levantamientos selectivos de la tierra.
La formación del gas natural procede de la descomposición de plantas y animales que existieron hace millones de años. Su descomposición y su posterior combinación con otros elementos del subsuelo provocaron que grandes bolsas de metano se acumulasen bajo la superficie del planeta.
Normalmente, el gas natural está compuesto en un 85% de gas metano, un 10% de etano, un 3% de propano, un 0,7% de nitrógeno y un 0,1% de gas butano. El uso de una instalación de calefacción que emplee gas natural presenta numerosas ventajas con respecto a otras alternativas, como la calefacción eléctrica, que puede encarecer sobremanera el importe de la factura de la luz, sobre todo en países como España, que cuentan con una de las tarifas más elevadas de toda la Unión Europea.
¿Qué alternativas hay para ahorrar en la factura?
Hoy por hoy, cualquier sistema de calefacción eléctrica es inmediatamente descartado por el enorme coste que produce emplearlo. Pese a que el dispositivo no sea extremadamente caro, ocurre como con los aparatos de aire acondicionado: el incremento del importe de la factura de la luz en comparación con el coste de la energía en otras plataformas hace que no sea nada rentable utilizar radiadores eléctricos o estufas conectadas a la red eléctrica.
Sistemas de calefacción radiante
Una de las soluciones que más adeptos ha ganado en los últimos años ha sido la calefacción radiante, un sistema que permite mantener el suelo caliente y que es muy utilizado sobre todo en suelos de tarima flotante y parqué, aptos para ir descalzo por la casa sin miedo a pasar frío.
Para instalar un sistema de calefacción radiante es necesario utilizar elementos prefabricados, ya que sobre ellos se disponen las tuberías que reparten el calor por toda la superficie. Las tuberías se suelen instalar en forma de serpentín, doble serpentín o en espiral, en función de las características de la instalación y de las preferencias del cliente.
Precisamente por estas tuberías se hace circular agua caliente, que a su vez procede de un sistema de generación de calor que logra repartir el calor por todo el suelo. La instalación de calefacción radiante es perfecta para casas con niños, que suelen pasar mucho tiempo en el suelo en invierno con sus juguetes.
Durante años, la calefacción radiante ha sido utilizada en las viviendas de los países del norte de Europa y cada vez está más extendida en el resto de Europa.
Bombas de calor
La instalación de una bomba de calor como calefacción es una solución muy rentable para quienes busquen un sistema de combatir el frío económico y fácilmente amortizable. Una bomba de calor es una máquina térmica que permite hacer una transferencia de energía en forma de calor de un ambiente a otro.
Si echamos un vistazo a las leyes de la termodinámica, entenderemos enseguida cómo funcionan las bombas de calor para calefacción doméstica. La segunda ley de la termodinámica establece que “el calor se dirige de manera espontánea de un foco caliente a otro fío y no al revés, hasta que sus temperaturas se igualan”.
Precisamente por eso una bomba de calor para calefacción también es capaz de enfriar y es utilizada ocasionalmente para invertir el proceso y refrigerar la estancia, pero su uso más común es el de sistema de calefacción. Además, es una alternativa mucho más económica a los tradicionales sistemas de calefacción eléctrica, que acaban siendo mucho más caros y cada vez son más rechazados por el desorbitado importe de la factura de la luz.
Calefacción de aerotermia
Una de las últimas tendencias en el sector de la climatización es la aerotermia, una tecnología que permite extraer de forma sostenible y muy barata hasta un 77% de la energía ambiental del aire. En resumidas cuentas, un sistema de calefacción de aerotermia es en realidad una bomba de calor de última generación que está diseñada para aportar refrigeración en verano, calefacción en invierno y permite calentar el agua en cualquier momento del año.
La principal ventaja de un sistema de calefacción de aerotermia es su altísima eficiencia energética. Consume una cantidad de energía mucho menor que los sistemas de climatización convencionales, algo que se refleja desde el principio en la factura mes a mes.
Por otra parte, la aerotermia es considerada una energía renovable y sostenible, clasificada como tal por la Unión Europea, que además no exige de costosas labores de mantenimiento, lo que la hace económicamente viable. Al no producir combustión es una fuente de energía mucho más segura, que no genera humo ni residuos y que permite funcionar a toda la vivienda con normalidad.
Un sistema de calefacción de aerotermia se instala en apenas unos pocos pasos y no exige gastos complementarios, pudiendo funcionar de manera 100% eléctrica, sin necesidad de gas o de cualquier otro tipo de combustible.